Ya antes de llegar sabes que Marrakech tiene su propio imaginario, ese que un europeo piensa por películas como la de Hitchcock «El hombre que sabía demasiado» (Marraquech sale en la segunda versión que hizo don Alfredo, la de 1956): «encantadores» de serpientes, cuentacuentos, macacos y cabras amarrados de mala manera, tribus bereberes, o los sonidos que comienzan su salida con las llamadas a la oración desde las mezquitas.
Marrakech fue fundada por los poderosos almorávides en el siglo xi como lugar de paso e intercambio de productos para los comerciantes. La hicieron capital de su imperio, que llegaba desde el norte de África hasta la península ibérica.
Conviene saber:
Moneda: Dirham. Más o menos 10 dirhams son el equivalente a 1 euro. Es conveniente guardar los justificantes de cambio de divisa para justificar la posesión de dirhams y para poder volver a hacer el cambio a euros si te sobran antes de salir del país.
Documentación: pasaporte con una vigencia superior a 6 meses. Los españoles no necesitan visado.
Drones: no se puede entrar ningún tipo de dron, aunque sea recreativo, salvo que se haya obtenido una licencia de importación. El dron podrá ser confiscado para su posterior destrucción.
Religión: Marruecos es un estado confesional, siendo el Islam su religión. La práctica de otros cultos religiosos no está prohibida pero sí el proselitismo.
Traslados a/desde aeropuerto: guagua, taxi o transfer (20 euros el trayecto). Si te alojas dentro de la Medina el conductor te dejará en la puerta más cercana al Riad u hotel. Si contratas el transfer con el propio hotel, en la puerta de la medina te estará esperando una persona del Riad para llevarte el equipaje y guiarte hasta tu alojamiento.
Idioma: Árabe del dialecto dariya. Shukran: gracias. Salam aleikum – aleikum salam
Internet: tarjeta sim – mejor compañía: IAM MAROC telecom, aunque también Orange o inri. Hay tarjetas prepago recargables desde 5 DH. E-sim holafLy 3 días 6,30 euros.
Marruecos es una sociedad musulmana. Pero no hay que olvidar que Marrakech está en mitad de tierra bereber («bárbaro»), en el cruce del medio y el «pie» del alto Atlas. Estos estaban aquí antes incluso que los árabes. Se autodenominan «imazighen» en plural y «amazigh» en singular. Unos diez millones de personas (un cuarto de la población de Marruecos) siguen usando alguna variante del idioma bereber. Pero en Marrakech son minoría y hay que salir a los valles para encontrarlos. Son famosos por su amabilidad.
La cordillera del Atlas recorre 2400 km del noroeste de África. La cordillera recorre Túnez, Argelia y Marruecos, siendo su pico más alto el Toubkal, con 4167 m, al sudoeste de Marruecos.
El Atlas separa las costas del mar Mediterráneo y del océano Atlántico del desierto del Sahara y, de hecho, es uno de los factores que provocan la sequedad de este desierto. La población del Atlas es mayoritariamente bereber en Marruecos y en Argelia.
Al llegar te das cuenta que se confirman parte de lo que imaginabas, pero que como en todas partes a las que viajas, pues hay mucho más. Así, hay ciertas costumbres y convenciones sociales. Como por ejemplo no hablar del rey, su jefe del estado y líder espiritual. La tradición suní lo considera descendiente del mismísimo Profeta. Evita situaciones incómodas hablando del susodicho Mohamed VI, de la libertad de prensa o del Sáhara Occidental.
Por otro lado, los marrakechíes agradecerán si te esfuerzas en dedicarles varias palabras de cortesía en dariya, el dialecto árabe nacional, lo que abrirá unas cuantas puertas y sonrisas. Aquí van unas de las más útiles:
El color es una de sus señas de identidad. Está lleno de color ocre de la terracota de las fachadas, las multicoloridas especias de los mercados, la tierra de los caminos, los verdes de los azulejos, las tejas y las palmeras, el blanco que se ve de fondo de las cumbres nevadas del Atlas y el azul del cielo.
La esencia de Marrakech está dentro de sus edificios y no fuera de ellos. Cuando pasees por la medina métete en casas, sus patios, en palacios, y en jardines, porque la auténtica esencia de la ciudad aguarda en sus interiores. El carácter de las personas suele ser afable indiferentemente de que sean árabes o amazigh (bereber). Como sus casas, tienen una fachada que te gustará más o menos, pero por dentro suelen ser más «acogedores».
Los dar y los riad son casas tradicionales pertenecientes de origen a familias con dinero. Los dueños solían ser mercaderes de éxito o alguien relacionado con el sultán. Tanto los riad como los dar se han habilitado como hoteles tradicionales. Suelen estar bien ubicados dentro de la Medina (casco antiguo amurallado).
Ambos tipos de vivienda tienen 2 pisos donde arriba se encuentran las habitaciones y abajo la entrada con sus salones y un patio abierto. La diferencia es que los riad son más amplios, normalmente con un patio ajardinado y con fuentes.
También es su identidad el vitalismo rebosante de la gente que vestida con caftanes estampados pide paso desde las motos o tirando de un burro cargado de granadas. O el patrimonio arquitectónico, histórico y museístico del centro y el natural de los alrededores, los puestos del zoco –con esa insistencia de los vendedores que, por su supuesto, hablan todos los idiomas– y los comercios internacionales más allá de la medina. Así como sus hoteles de lujo –¿quién no ha oído hablar de La Mamounia o del Royal Mansour?–, sus jardines o su gastronomía.
Cuando algo te interese no pagues el precio que te pidan. Normalmente intenta conseguir un 40 o un 50 por ciento de lo que inicialmente piden. El regateo forma parte de la interacción social y es casi obligado hacerlo. Recuerda que ellos llevan haciendo eso mucho más tiempo que tú.
Se puede decir que la Medina de una ciudad marroquí será el equivalente al casco antiguo de una ciudad española. El Zoco suele ser una mercado semi-callejero que la integra. La medina de Marrakech está amurallada. Y justo esa referencia de las murallas que la rodean es una buena guía para no perderse en las laberínticas calles de esta medina amurallada. Tiene 19 puertas a través de las que se accede a su interior.
La Puerta de Bab Agnaou, la única que ha aguantado el paso de los siglos sin precisar restauración alguna desde los tiempos de los almohades. Un estallido de colores y olores asalta al visitante cuando penetra en el zoco. A pesar del aparente caos, los comercios están agrupados por gremios: las joyas, la cestería, las especies, la artesanía de madera o de cobre… Y uno de los más característicos: la curtiduría, cuyo olor es totalmente inconfundible.
Esta plaza es desde 2008 Patrimonio Cultural de la Humanidad. Es el centro neurálgico de la medina (casco antiguo amurallado). Hay que visitarla a distintas horas del día ya que se transforma. Por la mañana hay que pedir un zumo (de granada o naranja) por la mañana (20 dirhams-2 euros).
Siguiendo con la peli de Hitchcock El hombre que sabía demasiado, aquí es donde se perdía el niño y donde se paseaba la pareja protagonista en carro de caballos cuando iban hacia el hotel.
Al amanecer llegan los encantadores de serpientes, los predicadores del Corán y curiosas músicas se mezclan con la llamada a la oración por la megafonía de las mezquitas. Es la hora de los zumos de naranja, de las vendedoras de henna.
A las seis de la tarde comienzan los puestos de comidas bajo los toldos y los guisos se cuecen a fuego lento. Los contadores de cuentos explican sus historias que a pesar de los móviles siguen siendo escuchados con avidez. La plaza la toman entretenedores, olores y sonidos varios: músicos, performers, acróbatas, y artistas de todo tipo.
Por favor, no te tomes fotos con los animales entre cadenas que verás en la plaza. Esos animales deberían estar en los bosques del Atlas. Es verdad que es muy llamativo ver “encantadores” de serpientes, dromedarios y cabras deambulando por la plaza y en fin, otras criaturas de dos patas que explotan de un modo u otro.
Marrakech fue fundada en 1070 por Abu Bekr, gran jefe almorávide, cuando un simple campamento militar por donde pasaba una ruta comercial (entre sus productos, la sal) se convirtió en capital de almorávides y almohades hasta 1262. Fue residencia de los Banu Marin –clan bereber también conocidos como benimerines, mariníes, meriníes o merínidas–, en los siglos XIII y XIV. Entonces perdió su esplendor hasta la instalación de los saadíes en el siglo XVI. Marrakech volvió a ser capital de manera ocasional, pero sin duda es la capital turística de Marruecos.
Se debe distinguir el Marrakech de la Medina amurallada (el más genuino), el Marrakech de Guéliz o europeo, consecuencia de los años de colonización francesa, y el Marrakech de las afueras.
La Medina tiene una picaresca sin maldad que tiende al viajero una telaraña de pasadizos pensados para que se pierda. Pero es que hay que perderse. Hay que buscar el choque cultural y esa especie de subidón al estar perdido en un sitio tan distinto para ti. Hay que buscar el contacto.
Su zoco es el más grande de todo el Magreb (Norte de África). Es laberíntico, temático, caóticamente organizado, cubierto o al aire libre que extiende su espíritu comercial por cualquier metro cuadrado que encuentre. Las artesanías, las babuchas, las chilabas, los caftanes, las especias, la comida, las teteras… hay sitio para todo. Entre medias hay plazas interesantes, como la Place des Epices –para apreciarla mejor, conviene subir a la terraza del Café des Epices– o el zoco de las aceitunas.
Los suks: El barrio de los suks (mercados o zocos) se halla junto a la parte norte de la plaza Djemaa el Fna. Las dos calles principales son Rue Semarine y Rue Mouassine (Es la calle más refinada de la Medina. Detrás de las paredes desnudas de ladrillos o arcilla roja se esconden bonitos riads,un número creciente de tiendas de moda y galerías, como Dar Cherifa y el Ministerio del Gusto.) la primera es una sucesión ininterrumpida de pequeños bazares, mientras que la segunda es más tranquila y cuenta con un número creciente de lugares de calidad. Cada sección del suk lleva el nombre del principal tipo de mercancías que ofrece (vestidos, especias, pieles, babuchas, alfombras, lana, madera, vajillas, etc.) o de los talleres de los artesanos (tintoreros, carpinteros, herreros, etc.). El suk de las alfombras ocupa el área del viejo mercado de los esclavos, el criée berbère. Al nordeste de los suks está el barrio de los curtidores, que se extiende a lo largo de la calle Bab Debbagh, llamada así debido a que desemboca en la puerta que lleva ese mismo nombre.
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