1.- Hacer esta ruta en coche por el Cantábrico (sin contar desvíos diarios) y del tirón desde el aeropuerto de Santiago (donde aterrizamos) hasta el aeropuerto de La Rioja, son 8 horas y 13 minutos según google maps.
2.- El total de kilómetros de la ruta sin los desvíos diarios es de 885 km. según google maps.
3.- Esta ruta en coche no busca exclusivamente costa; también nos adentramos en el interior buscando belleza y a veces, tranquilidad.
4.- Esta ruta pasa o recomienda un total de 10 pueblos que pertenecen al club de los Pueblos más bonitos de España a fecha de finales de 2021.
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Después de mucho tiempo sin un viaje largo fuera de las islas canarias debido a la pandemia del coronavirus, nos íbamos a hacer una ruta por el Cantábrico. Daniela estaba por las nubes.
Era un viaje de 2 semanas.
Empezamos por Galicia y su capital ferroviaria en la provincia de Lugo: Monforte de Lemos. Un coche de alquiler nos llevaría de Monforte y su Ribera Sacra, a Viveiro y su costa, saltando a Cantabria con sus playas e interiores, y la Rioja alavesa así como la propia riojana.
Monforte de Lemos nos sorprendió con sus castillos, sus monasterios, y por tener muy en cuenta a los más pequeños con múltiples parques de columpios, y parques en general, incluso con animales en algunos de ellos. No falta un casco antiguo que parece hecho para ganarse esa cerveza que seguramente caerá en una de sus muchas terrazas de bar.
Sin investigar en internet, simplemente caminando, se caerá en la cuenta de que esta es una ciudad con mucha historia. En 1883 se convirtió en el nudo ferroviario más importante de Galicia, ya que era por donde pasaban los ferrocarriles desde y hacia la meseta. Es una ciudad muy agradable de pasear con sus puentes romanos, su río y un casco antiguo con judería incluida. Merece la pena ver su impresionante y bonito Parador.
También hemos de decir que es muy difícil no dar con un buen restaurante para comer o cenar, y cerca del parador justo hay un restaurante que nos encantó: Restaurante O Grelo. Espectacular.
Todo esto casi nos hizo olvidar a qué habíamos venido: Su Ribeira Sacra.
En seguida nos impactaron su comida, sus imposibles vinos, y su repelencia al aburrimiento, su cañón (del Sil), y su historia.
Quizás lo más conocido de la Ribeira Sacra sea su impresionante cañón del Sil. Pero es eso y mucho más. Alrededor de éste la Ribeira está repleta de historia con antiguos monasterios y patrimonio religioso. Se puede patear o bicicletear en múltiples senderos con parajes de película, miradores, rutas fluviales en barco (nosotros hicimos una con Sil trip ), kayak (nosotros alquilamos al llegar a sin problema en el propio embarcadero de Santo Estevo) o incluso rutas de vino (nosotros visitamos la bodega ponte da Boga y nos encantó, ya que explican muy bien -no se hace largo…no somos expertos, aunque nos gusta el buen vino, y pruebas varios de sus vinos-). Teniendo tiempo, investigar esta zona da para semanas, y toda la información está en esta completa web de turismo de la Ribeira Sacra. Nosotros apenas tuvimos 2 días.
Sin querer irnos, así nos tuvimos que ir. Nos dirigíamos a Viveiro y su costa.
Viveiro es una localidad costera con un casco antiguo imponente. Fue y sigue siendo una villa de pescadores que tiene playas de lujo, una alegre vida callejera, que huele a tradición, y que además está rodeada por una costa exhuberante con balcones de increíbles vistas…no faltan playas alrededor que más se asemejan a playas tropicales de arenas blancas que a la imagen previa que podamos tener de la costa gallega. Por eso, hacia el oeste, nos sorprendieron la playa Caolín, la de Vidreiro o la de Vicedo.
No tuvimos tiempo de visitar Fuciño do Porco, pero ya varios amigos de ahí nos han dicho el pecado que cometimos no yendo. Sí disfrutamos del bonito pueblo de O Barqueiro en la zona de Bares, donde teníamos recomendados varios restaurantes, pero cuando llegamos estaban todos llenos y con cola. Así que se nos ocurrió huir rumbo al faro hasta que nos encontramos con uno de los mejor guardados secretos de la zona… el Hotel Semáforo de Bares, sitio muy tranquilo de gente y con vistas alucinantes. Además comimos muy bien.
Seguimos más al oeste aún hasta llegar al ya famoso (y manido) banco de Loiba de camino al bonito pueblo costero de Ortigueira.
Y ya de camino a Ribadesella (Asturias) no nos daba tiempo a respirar, como con la considerada catedral más antigua de España (La Basílica de San Martiño -siglo XI-), o una de las pocas playas dignas del par de modelos que allí la decoraban (La playa de las Catedrales).
Para poder visitar esta impresionante playa, hay que reservar una visita si se va en verano o semana santa. Puedes reservar gratuitamente online aquí. El resto del año la entrada está libre de reservas.
En Ribadesella pasamos una única noche en un hotel con mucho encanto que ya conocíamos (el hotel don Pepe). El día anterior, después de la Playa de las Catedrales, por tiempo, nos tuvimos que saltar a preciosos conocidos como Tapia, Luarca, cudillero, Gijón, Lastres, Bulnes, Covadonga…vamos, Asturias entera.
Así que de Ribadesella, fuimos del tirón a Cantabria. Queríamos disfrutar tranquilamente de la playa Bellerín. Y vaya si mereció la pena después de tanto trote en coche. Lo agradeció sobre todo Daniela, con sus 3 añitos, regalando sonrisas aún más de lo habitual.
Como también conocíamos la costa cántabra, decidimos quedarnos en la Cantabria montañesa: el valle del río Nansa. Así descubrimos pueblos como Carmona, estancado en algún siglo pasado y perteneciente al club de Pueblos Bonitos de España.
Siguiendo la ruta por el interior hacia Comillas descubrimos Ruente, donde Daniela se lo pasó en grande en su pequeño parque de columpios, y Cabezón de la Sal, donde comimos la mejor hamburguesa del viaje en el restaurante Hasta el amanecer . En la costa paramos en San Vicente de la Barquera, que ya conocíamos. San Vicente es una encantadora villa marinera con un casco antiguo medieval que invita al paseo. Así descubrimos la iglesia Nuestra Señora de los Ángeles, el Hospital de la Concepción, la Torre del preboste para recaudar los impuestos, y cómo no, el castillo del rey. Caminar por esta villa es retroceder en el tiempo.
Y llegamos a Comillas, que es uno de nuestros pueblos favoritos de la ruta. Comillas lo tiene todo: una playa preciosa, restaurantes de calidad y de todos los precios, un casco histórico con sus calles adoquinadas (ojo si se va con carrito), su universidad de buena fama, así como edificios repartidos que te encantarán si eres fan de Gaudí (museo incluido, edificio que tuvo como encargo por un cliente al que no le faltaba el buen vivir. La entrada son 7 euros salvo descuentos. Se reserva aquí). Como curiosidad, Comillas fue la primera localidad española en tener luz eléctrica.
Visitamos otra impresionante villa medieval: Santillana del Mar, pueblo que por lo visto enamoró y quién sabe si inspiró a Sartre y Unamuno. A Daniela, desde luego, sí le inspiró alegría con sus columpios. Santillana es amor a primera vista. No parece real de lo coqueta que parece. Ni se te ocurra pasear por sus calles con tacones.
Otra de las paradas, era a nosotros a quienes nos inspiraba curiosidad: un pueblo interior que no sabíamos exactamente por qué era famoso, hasta que lo descubrimos por unos amigos: picatostes. Por sus picatostes el pueblo de Limpias se ha hecho famoso. Los picatostes son una especie de churros cuadrados con leche frita que con un tazón de chocolate saben a gloria, y más después de no haber parado en todo el día.
El pueblo en sí no es de destacar para nuestro gusto, aunque sí su entorno de naturaleza que hasta abruma: El valle del río Asón. Para saber más de los picatostes, aquí hay un artículo de otro blog (no es nuestro) que nos pareció muy acertado de vamosacantabria.com
El valle del río Asón sería el refugio de tres noches desde el cual conoceríamos el este de Cantabria. El lugar escogido como refugio fue el nada desdeñable palacete Torre de Ruesga, en Ramales de la Victoria, que fue la estrella de este viaje en cuanto a hoteles se refiere. Cantabria luce casonas y palacetes similares esparcidas por su territorio, que fácilmente harían las delicias de un director de películas de terror. De hecho, no pudimos visitar el palacio de los Hornillos, donde se rodó la película “Los otros”.
Este valle sombrío y bonito aún olía a su esplendor del siglo pasado debido a su industria y al ferrocarril. Esto creó grandes diferencias sociales y económicas entre los cántabros. Y su decadencia actual parece un juego de espejos donde ya no se distingue la lluvia de los charcos de su pasado. Así que nos tocó lluvia, aunque eso en Cantabria no era noticia.
Tampoco que mi falta de pericia con el dron produjera su caída. Después de un rescate entre zarzas que parecía imposible, el paisaje cántabro siguió seduciéndonos sin recato en Liérganes, Argoños, Santoña, Noja antes de partir hacia la Rioja y sus vides…
Nos esperaban los abuelos en el bonito y tranquilo pueblo de Eskuérnaga, Álava, bordeando con La Rioja, donde descansaríamos 3 noches conociendo los alrededores.
El primer día comenzamos fuerte conduciendo por carreteras sinuosas rumbo al Alto Najerilla. Buscábamos las conocidas como “siete villas”. Así nos dimos de bruces con Anguiano y sus impresionantes e intimidantes muros escarpados. Anguiano es el portal de obligado paso para llegar a esta antigua asociación comarcal, a la cual no pertenece.
Cuando pensábamos que nos habíamos perdido, por fin llegamos a Viniegra de abajo, que forma parte de los “pueblos bonitos de España” y de las medievales “siete villas” de la cuenca del río Najerilla. El río Najerilla es el eje de esta asociación comarcal que se fundó hace ya 5 siglos. Las siete villas son famosas por ser pueblos preciosos y que dan sensación de remotos. Brieva de Cameros es la villa capitalina, y también pertenecen Canales de la Sierra, Mansilla de la Sierra y Ventrosa de la Sierra, así como Villavelayo.
Entre Viniegra de Abajo y de Arriba encontramos un parque a la sombra del río que nos vino muy bien para descansar. Llegamos a Viniegra de Arriba ya pasadas las 4. También forma parte de los “pueblos bonitos de España”, y de las “siete villas”. Cuando pensábamos que no íbamos a encontrar un sitio abierto para comer, la “Venta de Goyo” nos salvó con un rico banquete riojano. Pero nos quedaba hora y media de coche hasta el hotel.
Y ese justo fue nuestro error. Las carreteras tan curvas hacen la visita más dura de lo habitual. Por eso, si se quieren ver bien las “siete villas”, recomendaríamos un mínimo de 1-2 noches de estancia en la zona, y no a hora y media como estábamos nosotros.
Tienen una muy completa web que puede servir de guía, aquí.
Estábamos agotados, pero un intenso amarillo nos hizo parar. Nuestros ojos se llenaron de un amarillo girasol que superó al día que nos pesaba encima.
No sabíamos que los campos de girasoles tienen una especie de nuevo resurgir en La Rioja. Por lo visto tiene unos beneficios ambientales y agrarios que hace que sorprenda no ver más de estas alfombras que destacan allá por donde crecen.
Al día siguiente nos dirigimos a un pueblito muy cuco de Álava del que ni siquiera habíamos oído el adecuado nombre, ElCiego, donde se encuentra la bodega que fuimos a conocer: Bodegas Murua. Murua es una bodega con vino para sibaritas y tiene un número relativamente limitado de botellas que salen al mercado. Aún así más de un millón de botellas se guardan en su subterráneo.
Murua no es la única bodega que luce en este lugar, ni mucho menos. Aquí también se encuentra la bodega Marqués de Riscal, famosa no sólo por sus vinos si no porque su edificio fue diseñado por Frank Gehry, el mismo arquitecto del Guggenheim de Bilbao o el auditorio Disney de Los Ángeles.
Ese mismo día La Rioja Alavesa siguió seduciéndonos con otro pueblo que entra por los ojos cuan vino dulce: Laguardia, otro de los pueblos de este viaje que pertenecen al club de “los pueblos bonitos de España”. Alucinamos. Tiene cuevas o bodegas del siglo XVI que prácticamente atraviesan la villa. Merece y mucho la pena el desvío para su visita. Lo recomendamos encarecidamente. La página web de Laguardia también ayudar a ver lo que te espera…
Tras Laguardia llegamos a Haro, ya en La Rioja (no en Álava), capital del vino riojano donde abundan restaurantes especializados en cordero. Y ahí que nos metimos, claro. El pueblo está en una colina con una pronunciada cuesta que casi te obliga a meterte en un bar o restaurante buscando algo de beber (o comer). Su casco antiguo fue declarado Bien de Interés Cultural en 1975.
Y así nos perdimos en varios pueblos medievales de la zona de los cuales nos llamaron especialmente la atención Briones, donde olía a historia de verdad, Santo Domingo de la Calzada y Ezkaray.
Hasta que llegamos a Logroño de paso al aeropuerto de Zaragoza para el vuelo de vuelta a Canarias…y vaya cómo nos sorprendió. Por no hablar de cómo disfrutó Daniela corriendo por sus calles adoquinadas. Nos encontramos con una ciudad con muy buen ambiente, un casco antiguo precioso, y repleta de parques verdes. Y eso que sólo estuvimos un par de horas.
Era el broche final perfecto para esta ruta por el Cantábrico.
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Un gran recorrido de unos grandísimos paisajes, y muchísimo más pues esto es HISTORIA y más Historia real
Gracias, caballero lector. Así es, ni más ni menos.
Fantastico y extraordinario Reportaje, tanto que ibamos a realizarlo este año, pero visto lo visto, para QUÉ? He visto con estas visiones, lo que no sabria ni podria ver in situ en el mismo.
David e Isa, sois unos CRACK